Lunes, 28 de junio de 2021

San Ireneo

Lecturas:

Gn 18, 16-33.  ¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable?

Sal 102.  El Señor es compasivo y misericordioso.

Mt 8,18-22. Sígueme.

La Palabra que el Señor nos regala hoy nos invita seriamente a la conversión. Lo hemos cantado en el Aleluya: No endurezcáis hoy vuestro corazón; escuchad la voz del Señor.

El endurecimiento del corazón es el riesgo de cada día y, por ello, la conversión es la actitud de todos los días. Pero una conversión que va mucho más allá del moralismo legalista.

Una conversión que es seguir a Jesús: Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos. El que quiera ser discípulo tendrá que negarse a sí mismo y dejar que Jesucristo sea el único Señor de su vida. Jesús no acepta un “señorío compartido” con otros: ¬Nadie puede servir a dos señores… (cf. Mt 6, 24).

El seguimiento de Cristo debe anteponerse a todo: ... Jesús les dijo: Venid y seguidme… Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron (cf. Mc 1, 16-18).

El que quiera ser discípulo tendrá que seguir a Jesús en su mismo estilo de vida: tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús (cf. Flp 2, 5).

Seguimiento y discipulado que se concreta también en un modo de vida: siendo fieles a la ley de Dios, a las enseñanzas del Evangelio. Como nos recuerda el Papa Francisco, podemos ser pecadores, pero no corruptos.

¿Qué diferencia hay? Pues que quien peca y se arrepiente pide perdón, se siente débil, se siente hijo de Dios, se humilla y pide la salvación de Jesús… quisiera no pecar, pero es débil y se encuentra en una condición en la que no puede encontrar una solución, pero va al Señor y pide perdón. 

Mientras que el corrupto no se arrepiente y sigue pecando fingiendo ser cristiano. Es como si condujera una doble vida… no saben lo que es la humildad… No viven en el espíritu del Evangelio, sino en el espíritu de la mundanidad.

El pecador en camino de conversión puede vivir la experiencia del perdón que hemos cantado en el Salmo: Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa, y te colma de gracia y de ternura.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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