Lunes, 27 de septiembre de 2021

San Vicente de Paúl

Lecturas:

Za 8, 1-8.  Estoy para salvar a mi pueblo de Oriente a Occidente.

Sal 101. El Señor reconstruyó Sión, y apareció en su gloria.

Lc 9, 46-50.  El más pequeño de vosotros es el más importante.

Muchas veces se nos pega el espíritu mundano y vivimos discutiendo quién es el más importante. No te asustes. Es un signo de la herida del pecado original.

La Palabra que el Señor nos regala hoy, nos invita a hacernos pequeños: pues el más pequeño de vosotros es el más importante.

Este es el secreto de la verdadera grandeza: hacerse pequeño como un niño, esta es la verdadera humildad, sin la cual no se puede ser hijo del Padre celestial. Al cielo se sube bajando.

Los niños simbolizan a los auténticos discípulos. Hay que acoger el reino como un niño pequeño, recibirlo con sencillez como don del Padre, en lugar de exigirlo como un derecho. Acoge sencillamente los dones de Dios y da sin calcular.

Los niños se dejan sorprender. Para entrar en el Reino de los cielos es necesario dejarse maravillar… Porque el encuentro con el Señor es siempre un encuentro vivo.

Para ser niño es necesario que te dejes envolver por el amor gratuito de Dios. Que te dejes querer. Esta mirada del amor de Dios hace nueva tu vida, te da la paz, te descansa, te lleva a vivir en la alabanza, a gozar de la belleza, a encontrar a Dios en la sencillez de la vida diaria, a poder orar confiadamente con el Padre que te ama.

Si vives como un niño, podrás tener una mirada de fe, confiada y descansada. Podrás descubrir la presencia y la acción del Dios bueno y misericordioso, que te ama más que nadie y quiere que seas feliz.

Vivir con la confianza de un niño pequeño, y dejarse construir cada día por la acción del Espíritu Santo, y vivir la experiencia que describe el profeta Zacarías en la primera lectura: los traeré y vivirán en Jerusalén; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios en fidelidad y justicia.

Podrás ver cumplido en tu vida lo que cantamos en el Salmo: El Señor reconstruyó Sión, y apareció en su gloria.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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