Lunes, 24 de enero de 2022

San Francisco de Sales

Lecturas:

2 Sam 5, 1-7. 10.  Tú serás el pastor de mi pueblo Israel.

Sal 88.  Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán.

Mc 3, 22-30.  Satanás está perdido.

El evangelio nos muestra qué es lo que ocurre cuando no miramos la realidad con los ojos de la fe; y, sobre todo, qué es lo que pasa cuando dejamos que el corazón se vaya endureciendo.

Los escribas, que no pueden negar la evidencia de los prodigios realizados por Jesús: hablar con autoridad, milagros, curaciones, expulsión de demonios…, son incapaces de confesar que Jesús es el Mesías y, en su obstinación, se empecinan en afirmar nada más y nada menos que tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.

Pero los exorcismos de Jesús son signos que visiblemente muestran la llegada del Reino de Dios y la ruina del reino de Satanás que, no lo olvidemos, es una criatura, un ángel caído y derrotado para siempre.

Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el más fuerte, aquel que por su cruz y su resurrección ata “al hombre forzudo”, a Satanás, y saquea su casa, es decir, libera a aquellos que estaban cautivos.

Atribuir al demonio lo que es obra del Espíritu Santo, es no admitir la luz de la gracia divina y el perdón que se sigue. Cerrarse al arrepentimiento, disfrazando el pecado de virtud, es cerrarse al perdón.

Por ello, el evangelio nos habla también de la blasfemia contra el Espíritu Santo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada.

No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo (cf. DeV 46, Catecismo 1864).

Esta Palabra nos llama a la conversión. A pedir el Espíritu Santo.

¿Para qué? Pues para poder ver a Dios en medio de tu vida y poder proclamar tu magnificat, como hemos cantado en el Salmo: Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas porque se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. Para vivir con un corazón humilde y agradecido.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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