Lunes, 23 de agosto de 2021

Santa Rosa de Lima

Lecturas:

1 Tes 1, 1-5. 8b-10.  Os convertisteis a Dios, abandonando los ídolos.

Sal 149.  El Señor ama a su pueblo.

 Mt 23, 13-22.  ¡Ay de vosotros, guías ciegos!

En la primera lectura, San Pablo comienza recordando a los a los Tesalonicenses la gratuidad de la elección: es Dios quien ha llamado a cada uno gratuitamente a formar parte de su pueblo.

Es Dios quien construye este pueblo, su pueblo: Aquel que escucha y acoge la proclamación del Evangelio; aquel que cree en la Palabra del Señor y deja actuar al Espíritu Santo en su vida; aquel que va abandonando los ídolos y sirve al Dios vivo y verdadero; aquel que confiesa a Jesucristo Resucitado y espera su venida gloriosa… es el que va creciendo en la fe y en la comunión eclesial.

Signos de este crecimiento son una fe activa, un amor esforzado y una esperanza firme.

Una fe, que no es una teoría, sino una vida en la que Jesucristo es el Señor, el único Señor; un amor que no es puramente sentimental, sino como el de Dios: gratuito, fiel, entregado, generoso, total; y una esperanza firme, que descansa en la fidelidad de Dios: no hay nada ni nadie que pueda separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

Este es el cántico nuevo, el canto de alabanza al que nos invita el Salmo: porque Dios te ama, está contigo, y adorna con la victoria a los humildes.

Y esto es lo que les falta a los fariseos de todos los tiempos.

Son guías ciegos porque, como dice san Agustín, les gusta ser guías para los demás, indican el camino, pero no caminan; conocen la Escritura, pero no se dejan iluminar por ella; están más ocupados con las ‘cosas’ de Dios que en tener un verdadero encuentro con Dios para vivir cada día haciendo la voluntad de Dios. Son eruditos y no discípulos.

Por ello, necesitas pedir cada día el don del Espíritu Santo. Para que no se endurezca tu corazón y puedas vivir siempre enamorado de Jesucristo, como un auténtico discípulo, a los pies del único Maestro para hacer la voluntad del Señor.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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