Lunes, 20 de junio de 2022

Lecturas:

2 Re 17, 5-8. 13-15a. 18.  El Señor arrojó de su presencia a Israel, y sólo quedó la tribu de Judá.

Sal 59.  Que tu mano salvadora, Señor, nos responda.

Mt 7, 1-5  No juzguéis para que Dios no os juzgue.

La Palabra que el Señor nos regala hoy nos es muy sencilla, clara y directa: No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros.

Un discípulo no vive instalado en el juicio al hermano. El juicio le corresponde únicamente a Dios, que es quien sabe toda la verdad; el único que sabe qué es lo que hay en el corazón del hombre. Nosotros, como mucho vemos las apariencias externas, pero no conocemos la intención que hay en el corazón del hermano.

Si nos acostumbramos al juicio, esto acaba deformando nuestra conciencia y nos hace perder la lucidez sobre nosotros mismos y sólo vemos la mota en el ojo ajeno, sin darnos cuenta de que tenemos una viga en el nuestro.

La murmuración y el juicio acaban dañando la comunidad, porque nos hace tener sobre el hermano una mirada que no es la mirada del Señor. La mirada del Señor siempre es una mirada de misericordia.

Este es el camino que Jesús muestra a los que quieren ser sus discípulos: sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso (cf. Lc 6, 36). Esta es la verdadera religión: rechazar el pecado, pero acoger al pecador (cf. Jn 8), poder amar, ¡incluso a los enemigos!

Es una invitación a tratar a los demás como el Señor te trata a ti: con paciencia, con misericordia: seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros; el juicio será sin misericordia para el que no practicó la misericordia (cf. St 2, 13); y una invitación a la humildad, a no creer que eres mejor que los demás.

Además, la primera lectura nos hace una fuerte llamada a la conversión: Convertíos de vuestros malos caminos y guardad mis mandamientos… Pero no hicieron caso, manteniendo dura la cerviz.

Una conversión muy concreta y muy a la raíz de todo: rechazar los ídolos y no caer en la mundanidad. Estos son los pecados que han llevado a Israel al desastre.

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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