Lunes, 16 de agosto de 2021

San Esteban de Hungría

Lecturas:

Jc 2,11-19. El Señor hacía surgir jueces, pero ni a los jueces hacían caso.

Sal 105. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.

Mt 19, 16-22   Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes y da el dinero a los pobres.

El Evangelio nos presenta el conocido encuentro entre Jesús y el joven rico, en el que pregunta a Jesús: Maestro ¿qué tengo que hacer de bueno, para obtener la vida eterna?

Esta es la gran pregunta que nos hemos de hacer cada día. La meta de tu vida no es llegar a viejo, ni ganar dinero o tener éxito en la vida según los criterios del mundo. No. De nada le sirve a uno ganar el mundo entero si arruina su vida (cf. Mt 16, 26). La meta de tu vida es llegar al cielo.

Dios te ama tanto que te ha creado para vivir con él para siempre: no estás llamado a ser un vagabundo, sino un peregrino que camina hacia la patria definitiva: el cielo.

Jesús le recuerda al joven los diez mandamientos -diez palabras de vida-, como condición necesaria para entrar en la vida eterna.

Pero no es suficiente cumplir los mandamientos como una ley, como un moralismo, que afecta al hombre desde fuera, pero sin tocar su corazón: Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres —así tendrás un tesoro en el cielo— y luego ven y sígueme.

Esta es la puerta estrecha que conduce a la vida: dejarlo todo: tus proyectos, tus planes, tus deseos, tus bienes… ponerlo todo en las manos del Señor, y seguirle Él, dejando que el Espíritu Santo lleve tu vida.

Poder entrar cada día en la voluntad de Dios es lo que te hará vivir con alegría. Por eso, el joven rico, se marcha triste.

Pregúntale hoy a Jesús: ¿Qué me falta para ser un buen discípulo tuyo?

Pero, para ello, necesitas del don del Espíritu Santo, para poder decir, como María: Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra (cf. Lc 1, 38).

Si te cierras a la acción del Espíritu fácilmente puedes vivir la experiencia del pueblo de Israel que nos cuenta la primera lectura y el salmo: se fueron tras otros dioses… emparentaron con los gentiles, imitaron sus costumbres.

Por eso, ¡grita hoy con fuerza!: ¡Ven Espíritu Santo!, ¡enamórame de Jesucristo!

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

Volver a reflexiones a la Palabra de Dios