Jueves, 7 de abril de 2022

San Juan Bautista de la Salle

Lecturas:

Gn 17, 3-9.  Y el Señor añadió: Guardaréis mi alianza de generación en generación.

Sal 104, 4-9.  El Señor se acuerda de su alianza eternamente.

Jn 8, 51-59.  El que acepta mi palabra no morirá nunca.

En nuestro camino hacia la Pascua, al encuentro con Jesucristo vivo, la Palabra hoy nos invita a prepararnos abriendo el corazón al Señor.

El versículo antes del Evangelio nos hace la llamada: No endurezcáis hoy vuestro corazón; escuchad la voz del Señor.

Y la Palabra nos presenta dos modos completamente distintos de situarse ante Dios: Abrahán y los fariseos.

Abrahán, ante el misterio de Dios, ante el misterio de la alianza, de la elección gratuita, de la promesa… no entiende muchas cosas, pero se fía de Dios, y se postra en adoración a Dios.

Su agradecimiento le abre el corazón y está preparado para la escucha. Abrahán no ve a Dios, pero oye su voz. Y, así, al creer recibe la promesa de convertirse en una bendición para todos los pueblos.

Los fariseos, por otra parte, cada vez están más endurecidos. No sólo son incapaces de reconocer en Jesús al Mesías, sino que afirman que estás endemoniado… y cogieron piedras para tirárselas.

Ellos se proclaman hijos de Abrahán, y Jesús les dice que Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría.

¿Qué nos quiere decir al afirmar que Abrahán vio el día de Jesucristo? Pues que Abrahán no estaba endurecido como los fariseos, sino que estaba abierto a la palabra salvadora de Dios; que su alegría fue provocada por la visión de las promesas futuras.

Y hoy el Señor te invita a no endurecer el corazón, a fiarte de la Palabra del Señor, de la historia que está haciendo contigo –que es una alianza de amor– en la que tantas veces escribe recto con renglones “torcidos”; te invita a dejarte llevar por Él. Como Abrahán.

La fe «ve» en la medida en que camina, en que se adentra en el espacio abierto por la Palabra de Dios (cf. LF 9).

En estos tiempos de dificultad, la Palabra nos invita a confiar en el Señor, que se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones… ¡Buscad continuamente su rostro!

También tú, si crees… ¡verás la gloria de Dios!

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo!?  (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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