Jueves, 4 de noviembre de 2021

San Carlos Borromeo

Lecturas:

Rom 14, 7-12.  Ya vivamos ya muramos, somos del Señor.

Sal 26.  Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.

Lc 15, 1-10.  Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta.

La Palabra que el Señor nos regala hoy nos invita a contemplar y disfrutar el hilo conductor de la fe cristiana: el amor de Dios.

Esta es la entraña del cristianismo: Dios te ama con un amor gratuito, es decir, que no te lo tienes que ganar, que no lo tienes que merecer. Te ama tal y como eres. La gratuidad es el modo de ser de Dios.

Te ha creado por amor y para que vivas con Él una historia de amor y una vida de intimidad personal: eres su hijo amado: Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida… gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.

Este kerygma, esta buena noticia, te la susurra el Espíritu Santo en cada latido de tu corazón.

Esta Palabra nos llena de alegría, ya que nos manifiesta la inmensa ternura y misericordia de Dios: Dios te ama, te busca y está siempre dispuesto a perdonarte. Lo más importante no es que tú busques a Dios, sino que Dios te busca a ti. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.

Es una Palabra que te invita descansar en el Señor. Lo hemos cantado en el Aleluya:  Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. A esperar en Él, en su misericordia. Lo hemos cantado en el Salmo: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién te-meré?... Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.

También es una Palabra que nos invita a no juzgar al hermano. Este evangelio Jesús lo dirige a los fariseos y escribas que murmuraban por Jesús acogía a los pecadores. El obstinarse en el juicio es un signo de no vivir en la humildad del que ha experimentado la gratuidad del perdón sino de estar atrapado por la arrogancia del soberbio que se cree mejor que los demás.

¡Ánimo! Pide el Espíritu Santo. Pídele un corazón humilde y sencillo capaz de reconocer los pecados y de entregárselos al Señor.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

Volver a reflexiones a la Palabra de Dios