Jueves, 3 de junio de 2021

San Carlos Luanga

Lecturas:

Tob 6, 10-11; 7, 1. 8-17; 8, 4-9a. Ten misericordia de nosotros y haz que lleguemos juntos a la vejez.

Sal 127- Dichosos los que temen al Señor.

Mc 12, 28b-34. Este es el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste.

En nuestro camino hacia el cielo, la Palabra nos invita, como siempre, a la conversión.

En el Evangelio vemos cómo los fariseos preguntan a Jesús ¿Qué mandamiento es el primero de todos?

La respuesta de Jesús muestra que lo decisivo no es saber cuál es el mandamiento más importante, sino buscar el origen de todos ellos: el amor es el centro y el compendio de la Ley de Dios. El hombre ha sido creado a imagen de Dios, y Dios es amor. Por eso, la vocación al amor es lo que hace que el hombre sea la auténtica imagen de Dios: es semejante a Dios en la medida en que ama (Benedicto XVI).

Es decir, el hombre se realiza como persona en la medida en que ama con un amor como el de Dios: gratuito, fiel, generoso, total. En la medida en que sale de sí mismo y puede donarse.

Ser cristiano es haber descubierto que Dios te ama gratuitamente; es estar enamorado de Jesucristo, es empezar a responder al amor de Dios, hasta que un día, puedes amarle con todo tu corazón… Es vivir la vida nueva que el Espíritu Santo va haciendo en ti.

Al ser alcanzado por el amor de Dios, empieza a cambiar tu vida. Empiezas a amar con ese mismo amor: gratuito, fiel…

Por eso, ser cristiano no es un moralismo; no consiste simplemente en “cumplir” una serie de mandamientos o normas. Ser cristiano es seguir a Jesucristo, reconocerle como Maestro y confesarle como Señor.

Esta Palabra nos invita a una conversión muy profunda: a poner a Dios en el centro de tu vida, a dejar que Jesucristo sea tu Señor, y escuchar cada día al Espíritu Santo que, en medio de los combates y tribulaciones llena tu corazón de alegría, porque certifica en tu corazón que Dios te ama; que está contigo ahí, en tu cruz, en tu historia concreta; que no hay nada ni nadie que pueda separarte de este Amor.

Y entonces el Espíritu irá ordenando tu vida contando con tu debilidad. Hará que brote en ti el amor al prójimo, que nace de la escucha dócil y de la acogida confiada de la Palabra de Dios.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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