Jueves, 20 de octubre de 2022

Lecturas:

Ef 3, 14-21.   Que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios.

Sal 32, 1-5.11-12.18-19.   La misericordia del Señor llena la tierra.

Lc 12, 49-53.   No he venido a traer paz, sino división.

Hoy, san Pablo nos habla de la oración de intercesión. Y lo hace de una manera práctica: orando por los cristianos de Éfeso.

La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús, que es el único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres. Interceder es lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos (cf. Catecismo 2634-2636).

La oración de intercesión nos recuerda que todo es don, todo es gracia, que el misterio de Cristo no se puede alcanzar con las solas fuerzas: nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!», sino por el Espíritu Santo (cf. 1 Co 12, 3).

Tres cosas pide san Pablo para los Efesios: primero,  fortalecimiento interior: ser robustecidos por medio de su Espíritu en vuestro hombre interior; que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento. Es el Espíritu Santo quien va certificando, que la vida cristiana no es una fantasía, sino que Jesucristo vive y sus palabras tienen vida eterna. El fruto, el amor.

Luego, experiencia existencial de Cristo: comprendiendo el amor de Cristo, que trasciende todo conocimiento. El Espíritu Santo nos enamora de Jesucristo y nos hace vivir la fe, vivir la vida como una historia de amor y de salvación en la que el Señor está contigo todos los días. El fruto, la alegría

Para culminar en así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios. El fruto, buscar la gloria de Dios y vivir en la comunión eclesial.

Yo abro brecha delante de vosotros (Cf. Miq 2, 12-13).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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