Jueves, 19 de enero de 2023

Lecturas:

Heb 7, 25 – 8, 6.  Se ofreció a sí mismo.

Sal 39, 7-10. 17.  Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Mc 3, 7-12.  Los demonios gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”.

La clave para entender la Palabra de hoy nos la ha dado la primera lectura: Jesús puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive siempre para interceder a favor de ellos. Jesús salva. Jesús intercede.

En el evangelio vemos a una gran muchedumbre que va detrás de Jesús atraída por las cosas que hacía, hasta el punto de tener Jesús que defenderse de su fama.

Jesús acompaña sus palabras con numerosos milagros, prodigios y signos que atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado, testimonian que el Padre le ha enviado. Invitan a creer en Él. No pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos.

Jesús realizó unos signos mesiánicos; pero no vino para abolir todos los males aquí abajo, sino a liberarnos de la esclavitud más grave, la del pecado, que es el obstáculo en la vocación de hijos de Dios y causa de todas las servidumbres humanas.

Dice el Papa Francisco que lo que de verdad es más importante no es que Jesús cure, sino que Jesús salva, porque Jesús es el Salvador y nosotros somos salvados a través de él.

       Y Jesús intercede. Desde el Padre intercede por nosotros todos los días, en todos los momentos. ¡Intercede por ti! ¡Pídele cada día esa intercesión! ¡Pídele lo que necesitas! Dile, ¡Señor, sálvame!

La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás. Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demonios. Anticipan la gran victoria de Jesús sobre "el príncipe de este mundo" (cf. Catecismo, 547-550).

El diablo trata de distraer a Jesús para desviarlo hacia la lógica humana de un Mesías poderoso y lleno de éxito. Pero la cruz de Cristo será la ruina del demonio.

       Jesús, para entrar en su gloria, debe padecer mucho, ser rechazado, condenado y crucificado, pues el sufrimiento forma parte integrante de su misión. Jesús sufre y muere en la cruz por amor, dando así también sentido a nuestro sufrimiento.

Jesús quiere ser reconocido a través de un camino de fe y no a través de revelaciones espectaculares y ambiguas. Quiere que lo sigamos por lo que Él es, el que lo siga hasta el final, descubrirá y gozará de su verdadera identidad.

Yo abro brecha delante de vosotros
(Cf. Miq 2, 12-13).

¡Ven Espíritu Santo!
🔥 (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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