Jueves 18 de Marzo de 2021

San Cirilo de Jerusalén

Lecturas:

Ex 32, 7-14. Arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo.

Sal 105. Acuérdate de mí, Señor, por amor a de los atribulados.

Jn 5, 31-47. Hay uno que os acusa: Moisés, en quién tenéis vuestra esperanza.

La Palabra que el Señor hoy nos regala, en nuestro camino hacia la Pascua, nos pone delante el que quizás sea el peor de todos los obstáculos para encontrarse con Jesucristo: la idolatría.

El pueblo de Israel es un pueblo de dura cerviz, que rompe la alianza con Dios, y se construye un becerro de oro; que, aunque conoce bien las Escrituras, es incapaz de descubrir que ellas están dando testimonio de que Jesús es el Mesías.

Pero esta Palabra el Señor nos la dirige hoy a nosotros, que también podemos ser de dura cerviz y buscar la vida en los ídolos y no en Jesucristo, que es la piedra angular: ningún otro puede salvar.

¿Qué nos puede llevar a la idolatría? La Palabra nos ha dado algunas claves.

Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: "Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto". Robarle la gloria a Dios, querer apropiarse de su Palabra y de sus dones, para ponerlos a tu servicio…

Nunca habéis escuchado su voz…, y su palabra no habita en vosotros. Rechazar la Palabra del Señor, manipularla, hacerle decir lo que te interesa. En el fondo, no escuchar al Señor, sino escucharte a ti mismo o al mundo.

Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! Estar con las cosas de Dios, pero no para hacer su voluntad, sino queriendo que Él haga la tuya. Vivir “rondando al Señor” pero sin querer que entre demasiado en tu vida.

Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese si lo recibiréis. Dejarse convencer por la voz de los extraños, de las modas…, y no escuchar la voz del Señor.

Para combatir la idolatría, invoca al Espíritu Santo, déjate conducir por Él.

Además, la Palabra nos invita a descubrir que el cristiano adulto intercede por sus hermanos y está dispuesto a cargar con sus debilidades, a sufrir por ellos, como hicieron Moisés y Jesús.

En estos momentos de dificultad que estamos viviendo el Señor te invita a que ejerzas este ministerio de intercesión que recibiste en el bautismo: ora y preséntale al Señor toda la situación actual: problemas, personas concretas, situaciones, inquietudes… Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito; todo el cree en él tiene vida eterna.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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