Jueves, 17 de febrero de 2022

Lecturas:

Sant 2, 1-9.  ¿Acaso no eligió Dios a los pobres? Vosotros, en cambio, habéis ultrajado al pobre.

Sal 33.  El afligido invocó al Señor, y él lo escuchó.

Mc 8, 27-33.  Tú eres el Mesías. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.

Ayer la carta de Santiago terminaba diciéndonos que la religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre es esta: atender a huérfanos y viudas en su aflicción y mantenerse incontaminado del mundo.

Hoy comienza diciéndonos: no mezcléis la fe en Nuestro Señor Jesucristo glorioso con la acepción de personas.

Y es que la fe se verifica en el amor al prójimo. Si realmente crees en Dios, si has sido tocado por el amor de Dios… se notará en tu vida concreta. Tendrás una mirada y un corazón como el de Dios.

Y ello, muy especialmente en la comunidad cristiana. Los hermanos no se eligen, se acogen. Y se reciben como un don del Señor. Entonces, con esta mirada de fe te sientes llamado a ejercitar tu amor para con el más pequeño y más pobre de los hermanos pues en ellos ves al Señor (cf. Mt 25).

Por “pobre” (material, espiritual o moral) que parezca una persona, el que tiene el Espíritu Santo en su corazón puede ver en ese hermano a alguien a quien Dios ama tal y como es; a un hermano por el que Jesucristo ha muerto y ha resucitado; a un hermano cuyas “pobrezas” han sido cargadas y redimidas por Jesucristo; a un hermano en el que el Espíritu Santo hará también la obra de la santidad, si se abre a su acción.

Pero, no hay que hacer una lectura moralista del Evangelio. Si te dejas llevar por el Espíritu, viviendo en la Iglesia, acogiendo la Palabra, orando, celebrando los sacramentos, deseando vivir como discípulo, Él te irá regalando poder vivir confiadamente esta Palabra, porque tus palabras, Señor, son espíritu y vida; tú tienes palabras de vida eterna.

Entonces podrás decir con el salmista: Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.

¡Ánimo! ¡Pide el don del Espíritu Santo! Con Él en tu corazón tu vida será bendecida, encendida, sanada y en victoria.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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