Jueves, 14 de octubre de 2021

San Calixto

Lecturas:

Rm 3, 21-30. El hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley.

Sal 129.  Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Lc 11, 47-54.  Se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas.

San Pablo plantea cómo el hombre llega a ser justo ante Dios, y nos dice que el hombre no es capaz de ser justo con sus propias acciones, sino que realmente sólo puede llegar a ser justo ante Dios porque Dios le confiere su justicia uniéndolo a Cristo, su Hijo.

Y esta unión con Cristo, el hombre la obtiene mediante la fe: no son nuestras obras, sino la fe la que nos hace justos.

Pero la fe no es una teoría, una idea, sino una vida y, por tanto, si la fe es auténtica se manifiesta en las obras: Una fe sin obras es una fe muerta. Las obras no son la causa de la salvación, pero son el signo de la autenticidad de la fe (cf. Gal 5 y Mt 25, 31s), de haber acogido la salvación: de lo que hay en el corazón rebosan los labios.

En el Evangelio, Jesús, a través de estas palabras a los fariseos, nos llama a la conversión.

¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas!… Pero luego nos les hacéis caso. Eso nos puede pasar a nosotros: que edifiquemos “monumentos” al Señor, pero luego no le hacemos caso. Esto les suele pasar a los que se quedan en “simpatizantes”. No lo olvides, discípulos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.

¡Ay de vosotros, maestros de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia!. Recuerda lo que decía san Agustín: Conocen el camino, pero no caminan. Y el Papa Francisco en Río de Janeiro: algunos están más preocupados por la hoja de ruta que por la ruta. Es lo que les suele pasar a los que se quedan solo en “eruditos”: saben mucho, pero no viven nada. Al no vivir, al carecer del Espíritu, la “sabiduría” se devalúa, convirtiéndose en letra muerta. Por eso, ni entran ni dejan entrar.

Por supuesto que no es mala la erudición ni es malo el llevar signos, pero no podemos quedarnos ahí: lo fundamental es que Jesucristo sea el Señor de tu vida, ¡de toda tu vida!

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ?(cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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