Jueves 14 de Enero de 2021

San Juan de Ribera

Lecturas:

Heb 3, 7-14.  Animaos los unos a los otros mientras dure este “hoy”.

Sal 94, 6-11.  Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón”.

Mc 1, 40-45.  La lepra se le quitó y quedó limpio.

Comenzamos la semana con una llamada seriamente a la conversión:  Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios; convertíos y creed la Buena Noticia.

Y hoy la Palabra nos lo recuerda: Dice el Espíritu Santo: Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.

 Y es que tal vez, el principal obstáculo para la conversión sea el endurecimiento del corazón, fruto del orgullo y de la soberbia.

Endurecimiento que se manifiesta tantas veces cuando decimos ¿y de qué me tengo que convertir? O también cuando no dejo que Jesucristo sea Señor de una parte -¡o de toda!- de mi vida.

Por eso, la Iglesia nos invita a comenzar todas las mañanas la Liturgia de las Horas, con el salmo de hoy, que nos dice: ojalá escuchéis hoy la voz del Señor. No endurezcáis el corazón.

La Palabra hoy, nos muestra algunos síntomas de este endurecimiento, para que estemos atentos y vigilantes.

Suele comenzar con una sordera selectiva, que nos hace escuchar sólo aquello que nos conviene y nos lleva a manipular sutilmente la Palabra.

Hay uno, el diablo, celoso de tu felicidad, siempre rondando para no dejarte escuchar la voz del Señor, o para tratar de “falsificarla” con mentiras, o con medias verdades, para hacerte dudar del amor de Dios, su estrategia preferida y la más peligrosa de todas.

 Después sigue el dejar de escuchar la Palabra para escuchar al corazón: no reconocieron mis caminos. No olvides que lo que aparece en tu corazón –herido por el pecado original– hay que discernirlo, es decir, hay que ver si se ajusta o no a la Palabra de Dios.

¿Cómo se combate la dureza de corazón?

Nos lo ha dicho el Salmo: Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Acogiendo la Palabra con humildad, guardándola en el corazón e invocando al Espíritu Santo para que la selle en tu corazón y puedas vivir de ella.

Por ahí empieza la verdadera sanación: escuchando al Señor, acogiendo su Palabra, que es siempre una Buena Noticia, una Palabra de amor, de vida y de salvación. Esta Palabra, acogida con fe, va curando tus dolencias. Y la curará como el Señor quiera.

También nos invita a confiar: Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo, y a ayudarnos los hermanos: Animaos, por el contrario, los unos a los otros, cada día, mientras dure este “hoy”, para que ninguno de vosotros se endurezca, engañado por el pecado.

 ¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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