Jueves, 13 de enero de 2022

San Hilario

Lecturas:

1 Sm 4, 1-11.  El Arca de Dios fue capturada.

Sal 43, 10-15.24-25.  Redímenos, Señor, por tu misericordia.

Mc 1, 40-45.  Si quieres, puedes limpiarte.

Ayer, la Palabra nos invitaba a escuchar al Señor, a acoger su Palabra, que es siempre una Buena Noticia, una Palabra de amor, de vida y de salvación.

Y esta Palabra, acogida con fe va curando tus dolencias. Así nos lo recuerda el Aleluya de hoy: Jesús proclamaba el evangelio del reino, y curaba toda dolencia en el pueblo.

Hoy, vemos a Jesús curando a un leproso; mañana, curará a un paralítico.

Las curaciones no se quedan en sí mismas: son una invitación a descubrir que Jesús es el Señor, el Salvador. Nos ayudan a descubrir que la “dolencia” más profunda que tiene el hombre es la ausencia de Dios.

Pero Cristo no curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua.

En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal y quitó el "pecado del mundo" del que la enfermedad es una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión redentora.

Gracias a la acción del Espíritu Santo, la obra de Jesús se prolonga en la misión de la Iglesia. Así, en los sacramentos, Cristo continúa "tocándonos" para sanarnos. (cf. Catecismo 1504s).

El Señor te invita a que no te quedes mirándote a ti mismo, viviendo en la queja y en la lamentación. No. Como el pueblo de Israel en el desierto, ¡levanta la mirada! ¡Mírale a Él! ¡Entrégale tus dolencias: lo que te duele, lo que te carga; tus sufrimientos; lo que no entiendes…! ¡Entrégaselo al Señor!

Y déjate “tocar” por Él: acoge su Palabra, déjate llevar por su Espíritu, vive la Eucaristía, reconcíliate en la Penitencia, vive en su Cuerpo, que es la Iglesia… y nacerá en ti una criatura nueva.

Y esto es lo que nos muestra también el Evangelio en el que Jesús cura a un leproso. Pero ¿qué nos quiere decir a nosotros hoy este evangelio

Principalmente, que tú no puedes salvarte a ti mismo, no te puedes curar a ti mismo. Necesitas ser sanado, ser rescatado, ser salvado: y sólo Jesucristo es El Salvador.

Y por eso, la Palabra nos invita a que tú y yo, como el leproso, con humildad nos acerquemos a Jesús, y le supliquemos: Si quieres, puedes limpiarme.

Si quieres. El leproso no exige, suplica. Todo es don, todo es gracia.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

Volver a reflexiones a la Palabra de Dios