Jueves, 12 de mayo de 2022

San Pancracio

Lecturas:

Hch 13, 13-25.  Dios sacó de la descendencia de David un salvador: Jesús.

Sal 88.  Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.

Jn 13, 16-20.  El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí.

En la primera lectura escuchamos el discurso de San Pablo en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, en la que recuerda al pueblo de Israel la Historia de la Salvación: Dios es fiel y cumple sus promesas.

Esta es la experiencia del pueblo de Israel: una proclamación de la misericordia de Dios, que ha hecho alianza con su pueblo, le ha librado de la esclavitud del Faraón, lo ha cuidado en el desierto, le ha conducido a la tierra prometida, le ha dado jueces y reyes…

Y, según lo prometido. Dios sacó de la descendencia del rey David, un salvador para Israel: Jesús.

Y esta es también nuestra historia, tu historia.

Tu vida es una historia de amor y de salvación que Dios está haciendo contigo. Con muchos acontecimientos que tal vez no entiendes, pero que, con el Espíritu Santo en tu corazón, puedes decir: aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo, Señor, y, como el salmista, cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque tienes la certeza de que no hay nada ni nadie que pueda separarte del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

Y este es el fundamento de la esperanza cristiana: la fidelidad de Dios. No una vida sin problemas ni dificultades. No hay más que contemplar cómo fue la vida de Jesús o de María.

Y también nos lo ha dicho el Evangelio: no es el criado más que su amo. Lo hemos cantado en el Aleluya: Jesucristo, eres el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos; nos amaste y nos has librado de nuestros pecados. Él ha vencido a la muerte.

Lo estamos celebrando en la Pascua. Y también tú, si vives proclamando a Jesucristo Señor de tu vida, también experimentarás la Pascua: el paso del Señor Resucitado por tu vida, por tu historia concreta; el paso del Señor que te cambia el luto en danzas, que te hace vivir la experiencia de la resurrección.

Verás cómo el Señor te salva ahí, en tu historia, en tu cruz, que, por el don del Espíritu Santo es fecunda y gloriosa.

Y así, en este tiempo de gracia, con el Espíritu Santo, podrás decir: Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora.

A toda la tierra alcanza su pregón  (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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