Jueves, 12 de enero de 2023
Lecturas:
Heb 3, 7-14. Animaos los unos a los otros mientras dure este “hoy”.
Sal 94, 6-11. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón”.
Mc 1, 40-45. La lepra se le quitó y quedó limpio.
Comenzamos la semana con una llamada seriamente a la conversión: Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios; convertíos y creed la Buena Noticia.Y hoy la Palabra nos lo recuerda: Dice el Espíritu Santo: Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.
Y es que tal vez, el principal obstáculo para la conversión sea el endurecimiento del corazón, fruto del orgullo y de la soberbia.
Endurecimiento que se manifiesta tantas veces cuando decimos ¿y de qué me tengo que convertir? O también cuando no dejo que Jesucristo sea Señor de una parte -¡o de toda!- de mi vida.
Por eso, la Iglesia nos invita a comenzar todas las mañanas la Liturgia de las Horas, con el salmo de hoy, que nos dice: ojalá escuchéis hoy la voz del Señor. No endurezcáis el corazón.
La Palabra hoy, nos muestra algunos síntomas de este endurecimiento, para que estemos atentos y vigilantes.
Suele comenzar con una sordera selectiva, que nos hace escuchar sólo aquello que nos conviene y nos lleva a manipular sutilmente la Palabra.
Hay uno, el diablo, celoso de tu felicidad, siempre rondando para no dejarte escuchar la voz del Señor, o para tratar de “falsificarla” con mentiras, o con medias verdades, para hacerte dudar del amor de Dios, su estrategia preferida y la más peligrosa de todas.
Después sigue el dejar de escuchar la Palabra para escuchar al corazón: no reconocieron mis caminos. No olvides que lo que aparece en tu corazón –herido por el pecado original– hay que discernirlo, es decir, hay que ver si se ajusta o no a la Palabra de Dios.
¿Cómo se combate la dureza de corazón?
Nos lo ha dicho el Salmo: Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Acogiendo la Palabra con humildad, guardándola en el corazón e invocando al Espíritu Santo para que la selle en tu corazón y puedas vivir de ella.
Por ahí empieza la verdadera sanación: escuchando al Señor, acogiendo su Palabra, que es siempre una Buena Noticia, una Palabra de amor, de vida y de salvación. Esta Palabra, acogida con fe, va curando tus dolencias. Y la curará como el Señor quiera.
También nos invita a confiar: Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo, y a ayudarnos los hermanos: Animaos, por el contrario, los unos a los otros, cada día, mientras dure este “hoy”, para que ninguno de vosotros se endurezca, engañado por el pecado.
Yo abro brecha delante de vosotros (Cf. Miq 2, 12-13).
¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).