Jueves, 10 de febrero de 2022

Santa Escolástica

Lecturas:

1 Re 11, 4-13.  Por no guardar la alianza, voy a arrancar el reino de tus manos; pero daré a tu hijo una tribu, en atención a David.

Sal 105.  Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.

Mc 7, 24-30.  Los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.

El primer mandamiento de la Ley de Dios es: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas (cf. Dt 6, 4). Y la primera consecuencia es no tener otros dioses, no caer en la idolatría.

Esta es la tentación en la que cae el rey Salomón en su ancianidad: su corazón se fue tras otros dioses y ya no fue por entero del Señor.

La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero… (cf. Catecismo, 2113).

¿Qué nos puede llevar a la idolatría? La Palabra nos ha dado algunas claves.

Su corazón ya no fue por entero del Señor. No puedes vivir sirviendo a dos señores. ¿Has dejado que Jesucristo sea Señor de todas las “habitaciones” de tu casa? Porque al que tiene se le dará y le sobrará…

No guardó lo que el Señor le había ordenado. Creer es obedecer al Señor, guardar su Palabra. Negarte a ti mismo para seguir al Señor: Dichosos los que respetan el derecho y practican siempre la justicia.

Emparentaron con los gentiles, imitaron sus costumbres; adoraron sus ídolos y cayeron en sus lazos. Ojo con la mundanidad. Estás en el mundo, pero no eres del mundo.

Acoged con docilidad la palabra. El primer mandamiento comienza diciendo: ¡Escucha, Israel. La Iglesia nos lo recuerda cada día: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor… Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.

¡No adoréis a nadie más que a Él!

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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