Domingo, 5 de diciembre de 2021

Domingo 2º de Adviento

Lecturas:

Bar 5, 1-9.  Dios mostrará tu esplendor.

Sal 125.  El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Flp 1, 4-6. 8-11.  Que lleguéis al Día de Cristo limpios e irreprochables.

Lc 3, 1-6.  Toda carne verá la salvación de Dios.

Decíamos el domingo pasado que el Señor está llamando hoy a la puerta de tu vida para regalarte una vida nueva, para vivir en ti.

Pero resulta que esta puerta tiene la cerradura por dentro. Es decir, sólo tú puedes abrirla o… dejarla cerrada.

Y esto es la conversión a la que hoy nos invita la Palabra. El Señor está llamando hoy a la puerta de tu corazón: ¡ábrele! ¡No tengas miedo! Jesucristo no viene a quitarte nada de lo que te hace más feliz, sino que viene a dártelo todo.

La conversión a la que te llama el Señor no es a un mero cumplimiento de normas. La conversión es un acto de fe que te lleva a volver a Jesucristo, a dejar entrar al Señor en tu vida, pero a entrar no de visita, sino a dejar que Él sea el Señor de tu vida, ¡de toda tu vida!

La conversión es un don, es dejar que el Espíritu Santo reproduzca en ti la imagen de Jesucristo. La conversión no es tanto algo que tú has de hacer, sino algo que sucede en ti, que va haciendo el Espíritu Santo en ti, si tú le dejas, claro.

Tener espíritu de conversión significa creer que Jesucristo es el único Maestro y el único Señor. Significa vivir cada día con el deseo y la ilusión de ser mejor, de crecer, de madurar, de cambiar aquellas actitudes de tu vida que no son conformes a la voluntad de Dios.

Significa no seguir sin más los deseos de tu corazón, herido por el pecado original, ni seguir las modas, ni el estilo de vida del mundo, sino fijarte en Jesucristo, en el Señor de señores. Significa pedirle cada día al Señor que te dé un corazón nuevo, cada vez más semejante al suyo.

Convertirse es aceptar la voluntad de Dios, confiar en Él no buscando las seguridades humanas y terrenas.

La conversión lleva al seguimiento total del Señor. Seguir a Jesucristo significa darte cuenta de que tener fe no es solamente tener cuatro ideas en la cabeza.

Tener fe es estar enamorado de Jesucristo, es vivir una vida de amistad y de unión con Él, en su Cuerpo, que es la Iglesia. Es seguir sus pasos, recorrer el camino que Él nos ha marcado. Es no conformarse con un cumplimiento pasivo de los mandamientos, sino tratar de vivir cada día más unido a Él, más llenos de Él.

Convertirse significa que has de tomar en serio la vida cristiana. No confiarte en que estás bautizado o en que vas a Misa todos los domingos. ¡Es necesario, pero no es suficiente! Hay que vivir conforme a la Palabra de Dios, tratar de ser fiel a Jesucristo y a la Iglesia, y realizar obras de misericordia y caridad.

Es descubrir que la meta es la vida eterna, es relativizar las cosas de este mundo, y tratar de poner tu corazón en Dios, y vivir siempre desde Dios. Es descubrir que el “negocio” más importante que tienes es la salvación, que de nada le sirve a uno ganar el mundo entero, si se pierde su alma.  

Por tanto, hoy es necesario que hagas una revisión en profundidad de tu vida, que mires con detenimiento tu corazón a la luz de la Palabra de Dios y la doctrina de la Iglesia y le pidas al Señor un corazón nuevo que pueda vivir en su voluntad.

Que pongas tu vida en las manos del Señor, que vuelvas a él, que tengas paciencia contigo mismo. Dios no deja de amarte nunca, y el que comenzó en ti la obra buena, él mismo la llevará a su término. Si le abres el corazón al Señor él irá haciendo obras grandes en tí.

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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