Domingo, 4 de julio de 2021

14º del Tiempo Ordinario

Lecturas:

Ez 2, 2-5.  Son un pueblo rebelde.

Sal 122, 1-4.  Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.

2 Cor 12, 7b-10.  Presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo.

 Mc 6, 1-6.  No desprecian a un profeta más que en su tierra.

La Palabra que proclamamos hoy nos presenta a Dios que habla por medio de profetas a un pueblo incrédulo y rebelde. En el Evangelio vemos a Jesús visitando su pueblo, Nazaret.

En el Evangelio vemos a Jesús visitando su pueblo, Nazaret. El sábado, como buen judío, Jesús acude a la sinagoga y empieza a enseñar. Pero su enseñanza les resulta escandalosa. Sus paisanos tienen dudas sobre su persona. No pueden comprender que Jesús es el Mesías, ya que se quedan en la simple apariencia externa. 

Y esto mismo te puede pasar hoy a ti. Por eso, Jesús dirá en el Evangelio que Dichoso el que no se escandalice de mí (cf. Lc 7, 23).

El Evangelio nos invita a la fe, a no desconfiar y despreciar a Jesús porque a veces las apariencias nos invitan a dudar o escandalizarnos de su Palabra.

Has de ir conociendo a través de qué apariencias concretas el diablo trata de robarte la fe, trata de escandalizarte, de enfriar tu confianza en Dios, de paralizar tu seguimiento de Cristo, de sacarte de la Iglesia…

Tal vez lo intente, desacreditando al mensajero. Hace que te fijes en los pecados del mensajero para cargarse el mensaje. El importante no es el mensajero, sino la Buena Noticia que éste te trae de parte del Señor.

O quizás, haciéndote dudar de que el Evangelio sea una buena noticia. Te mete en el juicio, en la murmuración contra la Palabra, quizás porque no la acabas de entender. ¡No te asustes! El Evangelio siempre es una Buena Noticia. Si no la entiendes, si dudas, invoca al Espíritu Santo y guarda la Palabra en tu corazón. ¡Acógela!

También puede querer hacerte dudar de la comunidad. La Iglesia siempre será una comunidad de pecadores. Pero pecadores amados por Dios en su debilidad y salvados por la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha (cf. Lc 10, 16).

O escandalizarte ante el misterio de la cruz. Sólo el Espíritu Santo da al hombre poder superar el escándalo de la cruz y poder reconocer en él la suprema sabiduría.

¡No te dejes robar la fe! ¡Defiéndela! ¡Invoca al Espíritu Santo!

San Pablo, por su misma experiencia, dice cómo Dios está presente en la debilidad humana para manifestar su poder y amor. Insistentemente le ha pedido a Dios que le libre del “aguijón”. Pero Dios sabe mejor lo que nos conviene. La humillación mantiene a raya el soberbia y la arrogancia. Nos basta con su gracia; en nuestra debilidad se muestra el poder de Dios y el éxito se debe sólo a Él. Por eso Dios elige instrumentos débiles. 

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

¡Feliz Domingo, feliz Eucaristía!

Homilias de D. Jorge Miró

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