Domingo, 31 de julio de 2022

18º del Tiempo Ordinario

Lecturas:

Eclo 1, 2; 2, 21-23.  ¿Qué saca el hombre de todos los trabajos?

Sal 89.  Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Col 3, 1-5. 9-11.  Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.

Lc 12, 13-21.  Lo que has acumulado, ¿de quién será?

¡Vanidad de vanidades;  todo es vanidad. Así comienza la primera lectura de hoy. Y es que cuando va flojeando la fe… van apareciendo los ídolos. 

Y hoy la Palabra que, como siempre, nos invita a la conversión, nos quiere llamar la atención sobre la idolatría de la mundanidad, sobre la que tanto nos advierte el Papa Francisco: El cristiano no puede convivir con el espíritu del mundo. La mundanidad que nos lleva a la vanidad, a la prepotencia, al orgullo... todos nosotros debemos despojarnos de esta mundanidad: el espíritu contrario al espíritu de las bienaventuranzas, el espíritu contrario al espíritu de Jesús (cf. EG 93; Asís 2013).

Así nos lo recuerda hoy la Palabra: Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba… no a los de la tierra… En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros.

Guardaos de toda clase de codicia, porque el amor al dinero es la raíz de todos los males (cf. 1 Tim 6, 10).

Y es que donde está tu tesoro allí está tu corazón. El objetivo de tu vida no es ganar dinero, sino llegar al cielo: de nada le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde su alma… (cf. Mt 16, 26)

La Palabra de Dios hoy te invita a revisar en profundidad tu vida para descubrir dónde está tu corazón. Te invita a revisar tu escala de valores para ponerlos en su sitio, sabiendo que, aunque las cosas materiales son necesarias, no pueden constituir nunca el centro de tu vida ni ser tu única preocupación: el dinero hay que usarlo, pero no hay que amarlo.

Hay que usarlo, porque necesitamos las cosas materiales para vivir. Pero no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (cf. Mt 4, 4). Pero no hay que amarlo. Amar el dinero sería caer en la idolatría: le estarías pidiendo la vida a quien no te la puede dar.

¡Sólo Dios es Dios! ¡Sólo Dios basta! Tu corazón no es una “hucha” o una “caja fuerte” que se pueda llenar con dinero o con las cosas materiales… Tu corazón es tan grande que ¡sólo Dios puede llenarlo del todo!

Es una Palabra que te invita a confiar en Dios, que es tu Padre, que te ama y que cuida de ti. ¡Dios provee! Pídele lo que necesitas ¡y descansa!

Lo que has acumulado, ¿de quién será? Dios no te pedirá las libretas de los bancos, ni los títulos de propiedad de tus posesiones, ni los diplomas de las escuelas, ni los trofeos y medallas, ni los aplausos humanos... Lo que te va a pedir el Señor, lo que te hará verdaderamente feliz, la única riqueza que nadie te podrá quitar es tu fidelidad a Él y el pasar por el mundo haciendo el bien. ¿Dónde está tu corazón? ¿Dónde estás poniendo tu seguridad? ¿A qué aspiras en tu vida?

Pide el don del Espíritu Santo para poder vivir cada día descansando en Dios.

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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