Domingo 31 de Enero de 2021

4º del Tiempo Ordinario

Lecturas:

Dt 18, 15-20  Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca.

Sal 94, 1-2.6-9  Ojalá escuchéis hoy su voz; no endurezcáis vuestros corazones.

1 Cor 7, 32-35  El célibe se preocupa de los asuntos del Señor.

Mc 1, 21-28  Les enseñaba con autoridad.

La Palabra de Dios que proclamamos hoy nos invita a descubrir que Dios habla al hombre a largo de la historia de la salvación. Con su hablar Dios nos enseña el camino de la vida eterna, y va iluminando nuestra vida mientras caminamos por este mundo.

Para ello, y le fueron Dios suscitó profetas que en el Antiguo Testamento hablaron y guiaron al pueblo de Israel preparando para la llegada de Jesucristo. Hablan en nombre de Dios y deben ser escuchados y obedecidos.

Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios se hace hombre en Jesucristo, y Él mismo nos enseña y nos muestra el camino de la vida. Jesucristo es la Palabra que se ha hecho carne y ha acampado entre nosotros. Por eso, Jesucristo desconcierta a los que le escuchan y suscita admiración: porque Jesucristo habla con autoridad, y, además, ratifica sus palabras curando enfermos y expulsando demonios.

La Palabra de Dios nos invita a reflexionar cuál es la atención que prestamos nosotros a Dios que sigue hablándonos. Hemos de descubrir que Jesús también nos habla a nosotros con autoridad, porque sólo Él es la Luz del mundo, porque Él es el Maestro y el Señor.

Por tanto, Cristo nos invita hoy a tener una actitud de respeto, de confianza y obediencia ante su enseñanza. La Palabra de Dios no es una opinión más; no es para discutirla ni para negociarla: es para acogerla, asumirla y tratar de vivir guiados por su luz.

Y esto es especialmente importante tenerlo claro en una sociedad que vive sumida en una tremenda crisis de valores, en una sociedad que vive confundida, mareada, desorientada; instalada en un relativismo que aboca al hombre a una profunda soledad existencial.

Porque hoy Dios sigue hablándonos, sigue mostrándonos cuál es el camino que nos da la felicidad y nos lleva a la vida eterna. Hoy, Dios nos habla por medio de la Iglesia. Ella, por mandato del Señor, transmite y actualiza su mensaje.

La Iglesia ha de transmitir hoy el mensaje de Jesucristo a los hombres. Y muchas veces es rechazada por ello. Porque ha de anunciar no lo que está de moda o lo que resulta más cómodo, sino lo que el Señor le ha encomendado. La Iglesia sabe que no es dueña, sino servidora de la Palabra de Dios, y, por tanto, la ha de transmitir tal y como la ha recibido, aunque esa Palabra de Dios no guste a muchas personas, sobre todo a los poderosos, a los soberbios, a los autosuficientes.

Nosotros debemos escuchar la voz de Dios que hoy sigue hablándonos, hemos de estar agradecidos por conocer cuál es el camino de la vida, y hemos de tratar de vivir a la luz de esta Palabra, aunque no la comprendamos. En ella está la vida.

 ¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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