Domingo, 24 de octubre de 2021

30º del Tiempo Ordinario

Lecturas:

Jr 31, 7-9.   Reuniré ciegos y cojos.

Sal 125, 1-6.   El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.

Hb 5, 1-6.   Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.

Mc 10, 46-52   ¡Maestro, que pueda ver!

La Palabra de Dios hoy nos habla de la lucha entre la luz y las tinieblas y del poder sanador y salvador de la fe. 

El Evangelio nos muestra el encuentro de Jesús con el ciego de Jericó, que vive en la oscuridad hasta que se encuentra con Jesús: Jesucristo es la luz y le da la luz que le permite ver.

En él estamos representados todos. Es nuestra propia historia. Tantas veces, tú y yo estamos como el ciego: sentados al borde del camino, pidiendo limosna. Tantas veces estamos cansados y agobiados, desencantados y frustrados, taciturnos y “de vuelta” de todo, faltos de confianza y de esperanza, llenos de heridas…

Y, tantas veces, perdidos y desorientados vamos mendigando la felicidad y la vida, y se la vamos pidiendo a los ídolos: a los afectos, al dinero, al éxito, al poder, al placer, a la belleza…

Y así acaba aumentando nuestro desencanto, al comprobar que los ídolos no pueden darnos la vida. Y por ese camino, fácilmente terminamos viviendo una vida a la que no acabamos de ver el sentido.

Y en medio de esta historia, -tu historia-, grita al Señor, dile: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!.

Y el Señor, que te ama y está ahí contigo, en medio de tus sufrimientos, te dice: ¿Qué quieres que haga por ti?.

¡Ábrele el corazón al Señor! ¡Entrégale al Señor tu vida, tus sufrimientos, tus heridas...! ¡Pídele lo que necesitas!

Pero, sobre todo, pídele como el ciego: «Señor, que recobre la vista», que pueda ver. ¡Pide el Espíritu Santo! Para que puedas ver que el Señor está contigo, que no deja de amarte nunca. Y entonces podrás seguir a Jesús alabándole y glorificándole por el camino.

Todos vivimos en la más profunda oscuridad hasta que nos encontramos con Jesucristo y dejamos que Él llene nuestro corazón.

Cuando Jesucristo llena nuestro corazón las tinieblas se desvanecen y vemos con claridad, aunque la amenaza de la oscuridad está siempre presente, y, por tanto, la vida cristiana es una permanente lucha entre la luz y las tinieblas. Ningún rincón de tu vida puede escapar a la luz de Cristo.

Bartimeo, tras recobrar la vista lo seguía por el camino: se convierte en su discípulo, participa con Jesús en el gran misterio de la salvación: Anda, tu fe te ha salvado. La fe es un camino de iluminación. 

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

¡Feliz Domingo, feliz Eucaristía!

Homilias de D. Jorge Miró

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