Domingo, 24 de abril de 2022

Domingo de la Divina Misericordia

Lecturas:

Hch 5, 12-16.  Crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor.

Sal 117, 2-4. 22-27.  Dad las gracias al Señor porque es bueno.

Ap 1, 9-13. 17-17. Estaba muerto, y ya ves, vivo por los siglos de los siglos.

Jn 20, 19-31.  A los ocho días llegó Jesús: – La paz esté con vosotros.

La Palabra que el Señor hoy nos ha regalado es impresionante. En el Evangelio vemos como Jesucristo Resucitado se aparece a los discípulos reunidos y les muestra las manos y el costado —los signos de la crucifixión—. Jesús le hace ver que está vivo y que la cruz ha sido transfigurada: es fecunda y gloriosa.


Vemos a Tomás —como tantas veces estamos nosotros— lleno de duda y desconfianza, para acabar en la confesión de fe: ¡Señor mío y Dios mío!


En la segunda lectura hemos contemplado a San Juan, desterrado en la isla de Patmos por ser fiel al Señor: a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús.

Jesús aparece glorioso: yo soy el Primero y el Último, el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos. La Iglesia está en su mano: Él la protege y gobierna. No quiere infundir temor, sino confianza: No temas… tengo las llaves de la muerte y del abismo.


Jesucristo resucitado vive en la Iglesia. Ella recibe del Señor la paz, don de Dios, fruto de la victoria de Jesucristo sobre el pecado y l muerte. Recibe del Señor la misión: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.  Recibe el poder y el encargo de Jesús para perdonar los pecados. Recibe del Señor el Espíritu Santo, que es el gran don.

Estamos llamados a ser cristianos en la Iglesia. Y no en la Iglesia de tus sueños, sino en la comunidad real, santa y pecadora, a la que el Señor te ha llamado. Y, ¿por qué? Porque así lo ha querido Dios, que no te ha creado para la soledad, sino para la relación, la comunión y la donación.

Cristo ha querido que sus discípulos formemos el Pueblo de Dios, ha querido que vivamos en comunidad. Y ese Pueblo de Dios, esa comunidad, es la Iglesia.


La Iglesia crece con agua y con sangre: viviendo la riqueza del Bautismo y alimentándose con la Eucaristía. Crece confiando en el Señor.

La Iglesia crece acogiendo el amor de Dios y proclamando su misericordia: a quienes les perdonéis los pecados…


La Iglesia crece en la misión, abierta al Espíritu y dejándose llevar por Él.


Hoy celebramos el Domingo de la Divina Misericordia, fiesta instituida por San Juan Pablo II. Esta fiesta nos invita a vivir la primera y más importante verdad de la Fe: Dios te ama, y no dejará de amarte nunca.

Te ha creado por amor y para amar y te ha creado para vivir con Él para siempre. Vivir de la Fe es vivir la vida como una historia de amor con el Señor. ¡Disfrútala!

¡Feliz Domingo de la divina misericordia! ¡Feliz Eucaristía!

A toda la tierra alcanza su pregón  (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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