Domingo, 20 de marzo de 2022

3º de Cuaresma

Lecturas:

Ex 3, 1-8a. 13-15.  “Yo soy” me envía a vosotros.

Sal 102.  El Señor es compasivo y misericordioso.

1 Cor 10, 1-6. 10-12.  La vida del pueblo con Moisés en el desierto fue escrita para escarmiento nuestro.

Lc 13, 1-9.  Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.

La Palabra hoy nos invita seriamente a la conversión. Lo hemos cantado antes del Evangelio: Convertíos porque está cerca el Reino de los Cielos, y también nos lo ha dicho Jesús: si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.

El Señor está llamando hoy a la puerta de tu corazón: ¡ábrele! ¡No tengas miedo! Jesucristo no viene a quitarte nada de lo que te hace feliz, sino a dártelo todo.

La conversión a la que te llama el Señor no es a un mero cumplimiento de normas. La conversión es un acto de fe que te lleva a volver a Jesucristo, a dejar entrar al Señor en tu vida, pero a entrar no de visita, sino a dejar que Él sea el Señor de tu vida, ¡de toda tu vida!

Es convertirte a dejarte amar por Dios que, como hemos cantado en el Salmo, es compasivo y misericordioso… perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura.

Es convertirte a escuchar a Jesucristo. ¿Para qué quieres ir al mejor médico del mundo si no piensas hacerle caso? Lo que te va a curar no es la “información” que te dé el médico, sino el seguir sus consejos, el obedecerle. Esa es la conversión.

Es convertirte a vivir la fe, no como una teoría, sino como un encuentro personal con Jesucristo vivo y resucitado, que te ama y está contigo todos los días hasta el fin de los tiempos.

Es convertirte a ser testigo de este encuentro anunciando el Evangelio con tu vida y con tu palabra.

Es convertirte a vivir la fe no de una manera solitaria e individualista, sino en la Iglesia, cuerpo de Cristo, caminando con los hermanos que el Señor te ha dado como un don.

Es convertirte a vivir la fe no como un moralismo y como una exigencia que tú has de conseguir con tu esfuerzo, sino como una gracia, como una vida que el Espíritu Santo te regala.

La conversión es un don, es dejar que el Espíritu Santo haga la obra de Cristo en ti. La conversión no es algo que tú has de hacer, sino algo que sucede en ti, que va haciendo el Espíritu Santo en ti, si tú le dejas, claro.

Si vives con este Espíritu, contando con tu debilidad, en tu vida aparecerán algunos signos de los que nos habla la Palabra. Ya no podrás vivir instalado y obstinado en el pecado: no codiciemos el mal como lo codiciaron ellos… No podrás vivir en la queja permanente: no murmuréis, como murmuraron algunos de ellos; sino que vivirás diciendo Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre.

¡Ánimo! Pide el don del Espíritu Santo. Pide el don de la conversión. 

No tengas miedo a Jesucristo. No viene a quitarte nada, sino a dártelo todo. Nadie te ama como Él.

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

Homilias de D. Jorge Miró

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