Domingo, 20 de febrero de 2022

7º del Tiempo Ordinario

Lecturas:

1 Sam 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23.  El Señor te ha entregado hoy en mi poder, pero yo no he querido extender la mano.

Sal 102.  El Señor es compasivo y misericordioso.

1 Cor 15, 45-49.  Lo mismo que hemos llevado la imagen del hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial.

Lc 6, 27-38.  Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso.

La Palabra que el Señor hoy nos regala nos anuncia una promesa. Este evangelio, humanamente tan difícil, lo verás cumplido en tu vida si vas acogiendo confiadamente la Palabra de Dios y te abres a la acción del Espíritu Santo. Porque, como nos ha anunciado San Pablo en la segunda lectura, lo mismo que hemos llevado la imagen del hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial. 

No hay que hacer una lectura moralista del Evangelio. Porque, puesto que es Dios quien nos ha amado primero, ahora el amor ya no es sólo un «mandamiento», sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro… No se trata ya de un «mandamiento» externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros…» (cf. DCE 1, 18).

Si te dejas llevar por el Espíritu, si te dejas amar por Dios, si vives la experiencia del amor gratuito de Dios, si acoges su perdón, acogiendo la Palabra, orando, celebrando los sacramentos, deseando vivir como discípulo, Él te irá regalando poder vivir el Evangelio: amar a los enemigos, hacer el bien a los que te quieren mal, orar por los que te calumnian, poner la otra mejilla, prestar sin esperar nada a cambio, ser misericordioso, tratar a los demás como esperas ser tratado… Todo es don todo es gracia.

Entonces podrás vivir la experiencia que refleja el Salmo: vivir en la experiencia de que el Señor perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades, que rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura… que es compasivo y misericordioso…

Y podrás también podrás decir: Bendice, alma mía, al Señor… y no olvides sus beneficios… 

Y, como apunta la segunda lectura, ver cómo va menguando en ti la imagen del hombre terrenal y va creciendo la imagen del hombre celestial, porque estás dejando que el Espíritu Santo vaya haciendo en ti la obra de la nueva creación.

Por eso, no nos acobardamos, sino que, aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día… y el que nos ha preparado para esto es Dios, el cual nos ha dado como garantía el Espíritu.

Si crees, si te abres a la Palabra de Dios y a la acción del Espíritu, ¡verás la gloria de Dios!

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

Homilias de D. Jorge Miró

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