Domingo, 13 de marzo de 2022

2º de Cuaresma

Lecturas:

Gn 15, 5-12. 17-18.  Dios inició un pacto fiel con Abrahán.

Sal 26.  El Señor es mi luz y mi salvación.

Flp 3, 17 – 4, 1.  Cristo nos configurará según su cuerpo glorioso.

Lc 9, 28b-36.  Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.

Hoy el Evangelio nos habla de la Transfiguración del Señor que, en el evangelio de san Lucas viene a continuación del anuncio de la Pasión del Señor: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho… y de la invitación al discipulado: Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga: antes de llegar al drama de la Pasión, Jesucristo se manifiesta transfigurado, glorioso, ante sus discípulos.

La Transfiguración es un anuncio y un anticipo glorioso de la Resurrección del Señor.

Con ello, la Palabra de Dios quiere darte ánimo en tu camino hacia la vida eterna. Quiere recordarte que somos ciudadanos del cielo. No eres un vagabundo existencial, sino un peregrino caminando junto a otros peregrinos hacia el cielo.

Para poder realizar este camino, Jesús te invita a subir a lo alto del monte a orar con Él. Ser cristiano es vivir una vida de intimidad con el Señor, a que cada día busques su rostro, como cantamos en el Salmo.

Entonces también tú vivirás la transfiguración: contempladlo y quedaréis radiantes (cf. Sal 34, 6), el Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? (cf. Sal 26, 1).

Entonces derramará sobre ti el Espíritu Santo, que lo hará todo nuevo en tu vida.

Aparecen también en el evangelio Moisés y Elías, la ley los profetas. Ellos dan testimonio de que en Jesús se cumplen las promesas que Dios hizo al pueblo de Israel.

¡Dios es fiel! Ese es nuestro descanso y el fundamento de nuestra esperanza: nada nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús (cf. Rom 8).

Moisés y Elías muestran que Jesucristo es el Salvador, y hablan del éxodo de Jesús, de su muerte y resurrección. Y nos invitan a entrar, como Jesús, en el misterio de la cruz -de tu cruz-, que, con el Señor, es cruz transfigurada, gloriosa, fecunda, fuente de vida y de salvación.

Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo». Para ser discípulos hemos de escuchar al Señor, acoger confiadamente su Palabra y guardarla en el corazón.

No vivir escuchando cantos de sirena que nos prometen falsos paraísos, sino vivir cada día escuchando la voz del Señor: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor. No endurezcáis vuestro corazón. 

La primera lectura nos recuerda como Dios llama a Abrahán, el padre de los creyentes y hace una alianza con él, que conlleva una promesa y una bendición.

Abrahán, ante el misterio de Dios, ante el misterio de la alianza, de la elección gratuita, de la promesa… no entiende muchas cosas, pero se fía de Dios.

Su agradecimiento le abre el corazón y está preparado para la escucha. Abrahán no ve a Dios, pero oye su voz. Y, así, al creer recibe la promesa de convertirse en una bendición para todos los pueblos.

¿Te animas a seguir en serio este camino, a vivir esta aventura? ¡Vale la pena! ¡Atrévete! ¡No te defraudará! También tú, si crees, si sigues a Jesucristo por el camino de la cruz, verás la gloria de Dios.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

Volver a reflexiones a la Palabra de Dios