Domingo 13 de diciembre de 2020

Domingo 3º de Adviento Gaudete

Lecturas:

La Palabra de Dios que proclamamos hoy nos invita a vivir alegremente en el Señor. Si el Señor está cerca, su proximidad no debe ser motivo de indiferencia ni de tristeza, sino de alegría. Porque viene el Señor, el Amigo, el Esposo. La primera lectura nos da las claves.

Viene a dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor.

Por eso, desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas.

Viene a ti, a tu corazón, a tu vida. Viene a curar tus heridas, a cargar con tus pecados, a decirte que te ama gratuitamente, tal y como eres; a decirte que no dejará de amarte nunca y que te regala una vida nueva.

Y esta es la verdadera alegría: tener la certeza de la fidelidad y del amor de Dios, la certeza de que no hay nada ni nadie que pueda separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

La verdadera alegría es uno de los frutos del Espíritu Santo: se halla en la experiencia del amor y de la misericordia de Dios, en vivir la presencia de Dios en la vida. Sólo Dios puede darnos la verdadera alegría y la plena felicidad.

La alegría cristiana no es un estado de ánimo efímero, ingenuo e inconsciente que olvide los sufrimientos del mundo, sino que nace precisamente del encuentro con el amor de Dios que les da sentido y los convierte, con su gracia misteriosa en fuente de salvación y de vida.

Juan Bautista es el hombre que ha sido enviado por Dios delante de la luz. Su función es ser testigo de la luz. Debe vivir en la humildad, debe ocultarse para no hacer sombra a la luz. Como testigo, toda su vida, toda su actividad se orienta a descubrir a la Luz, a preparar el camino a Cristo, Luz del mundo.

También nosotros estamos llamados a ser testigos de la luz, a ser testigos de Cristo. Por eso, san Pablo invita a los cristianos a vivir la vocación a la santidad (que es la mejor manera de ser buenos testigos).

Para ello, san Pablo nos indica cuatro actitudes fundamentales en la vida del cristiano: la alegría de saberse amados por Dios y que nada ni nadie nos puede quitar este amor; la oración constante, porque deseamos siempre estar con Dios, vivir su presencia en nuestra vida; la acción de gracias, porque la respuesta al Amor no puede ser otra que la gratitud, el agradecimiento generoso; y no apagar el Espíritu, porque Él es el que nos guía hasta la verdad plena y el que realiza en nosotros la obra de la santificación.

¿Cómo está tu vida? ¿Eres feliz? ¿Tienes en tu corazón la verdadera alegría? El Señor te llama. Él quiere tu felicidad, el ilumina tus pasos, te muestra el camino de la vida. ¡No tengas miedo! ¡Cristo no quita nada, lo da todo! ¡Vive el estilo de vida de Jesucristo… y encontrarás la vida!

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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