Domingo, 12 de septiembre de 2021

24º del Tiempo Ordinario

Lecturas:

Is 50, 5-10.  Ofrecí la espalda a los que me golpeaban.

Sal 114, 1-9.  Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.

Sant 2, 14-18.  Si no tiene obras, la fe está muerta.

Mc 8, 27-35.  El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho.

El Señor nos dirige hoy, como a los discípulos, dos preguntas importantes, especialmente la segunda: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?», ¿Y vosotros quién decís que soy yo?. 

La pregunta fundamental es ¿quién es Jesús para ti? En la respuesta que des a esta pregunta, te va la vida.

¿Qué relación tienes con Jesucristo? Porque ante el Señor, podemos ser curiosos, espectadores entusiastas de las obras que hace, pero sin responder a la llamada a seguirle; simpatizantes que escuchamos con gusto, pero sin atrevernos a dar el paso del seguimiento; eruditos, que lo sabemos todo sobre Jesús, pero no le abrimos el corazón para tener un encuentro con un Cristo vivo; interesados, que le buscamos para que nos arregle problemas, pero no queremos nada más… Y así, tantas veces nos quedamos con las migajas y nos perdemos lo más sabroso que el Señor quiere darnos.

Pero sólo hay una respuesta que, de verdad, merece la pena y cambia tu vida para bien. Es la respuesta que da Pedro: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo.

Y que puedas decirle al Señor que eres mucho más que un simpatizante: soy discípulo; es decir, un aprendiz que estoy a tus pies, escuchando cada día tu voz y siguiéndote a donde quiera que vayas.

Jesucristo es el tesoro por el que vale la pena venderlo todo. Él es el Salvador, el Mesías, el único que puede llenar del todo tu corazón sediento de felicidad y de vida.

Pero eso sólo lo puede decir aquél que tiene el Espíritu Santo en el corazón. Por eso, ¡pide cada día el don del Espíritu Santo! Pídele que te enamore de Jesucristo.

Además, Jesús nos muestra el cómo del discipulado: Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.

Ser cristiano es seguir a Jesús. Sí, seguir a Jesús. No seguirte a ti mismo, ni seguir el estilo de vida del mundo.

Para ello, has de empezar por negarte a ti mismo, descubriendo que la fuente de tu actuar no está en tus gustos y apetencias, sino en la voluntad de Dios.

Por ello has de discernir cada día si lo que pide tu corazón es lo que Dios quiere. ¡Dios te ama! ¡Nadie te ama como Él!

Invoca cada día al Espíritu Santo y pídele el don de consejo; y pregúntale: ¿cómo quieres que viva hoy? ¿cómo quieres que viva mi matrimonio, o mi sacerdocio o mi consagración religiosa? ¿Cómo quieres que trabaje o estudie? ¿Cómo quieres que viva mi diversión? ¿Cómo quieres que…?

¡Ven, Espíritu Santo! ¡Enamórame de Jesucristo! ?

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

Homilias de D. Jorge Miró

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