3 de Enero de 2021

Domingo 2º después de Navidad

Lecturas:

Eclo 24, 1-2. 8-12.  La sabiduría de Dios habitó en el pueblo escogido.

Sal 147.  El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

Ef 1, 3-6. 15-18.  Él nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus hijos.

Jn 1, 1-8. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

La celebración de hoy intenta ayudarte a saborear las riquezas de la Navidad. Te invita a una contemplación del misterio de la Encarnación, a descubrir la verdadera naturaleza del hombre a la luz de Jesucristo, el Verbo hecho carne.

Porque uno de los peligros más serios que tienes es que la Navidad se quede reducida a puro consumismo, a un enorme sentimentalismo, o a un simple recuerdo histórico, todos ellos estériles e inútiles.

Por eso, la Palabra de Dios que proclamamos hoy te recuerda cuál es el mensaje central de la Navidad: Dios se ha hecho hombre para que tú seas divinizado, la Palabra se ha hecho carne para darte la salvación.

El Evangelio te recuerda además, que vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron, y, con ello, te pide que recibas al Señor que está aquí para que puedas disfrutar esa salvación que te trae, que te regala: pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

Creer en el nombre de Jesús es reconocer lo que la persona de Jesús es: el Hijo de Dios venido en carne. Y aceptarle y entregarse completamente a Él.  Quien así cree y abre su corazón al Señor, recibe el poder ser hijo de Dios. Este es un don gratuito. Es un verdadero nacimiento nuevo que es obra exclusiva del Espíritu Santo: estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Recibir al Señor significa abrirle el corazón de par en par, dejar que Él lo llene y aceptar sin condiciones el camino que Él te propone para poder alcanzar esa salvación que te trae como un regalo. Recibir al Señor significa, en definitiva, dejarte amar por Él.

Por eso el Evangelio de hoy te propone que mires al fondo de tu corazón y te preguntes si de verdad has recibido a Jesús, si de verdad se nota en tu vida que crees que Dios se ha hecho hombre en Jesucristo. Este es el camino de la Vida.

Por eso, a veces nos encontramos frustrados, amargados, resentidos, vacíos… Porque cuando no queremos dejar entrar al Señor en nuestro corazón y nos empeñamos en hacer “nuestra” vida… ¡terminamos en una soledad espantosa! (cf. Dt 32). Sólo Dios basta. El que le abre su corazón puede encontrar la verdadera felicidad y la plena realización como persona.

Dios está cerca de ti. ¡Está llamando a la puerta de tu vida! Quiere ser tu compañero de camino. Te quiere reglar la salvación en tu vida, en tu historia, en tu cruz.

¿Has recibido a Jesús? ¿Está Él en tu corazón? ¿En qué cosas se debe notar más en tu vida que crees que Jesús es el Señor?

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

 

Homilias de D. Jorge Miró

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