29 de Marzo de 2021

Lunes Santo

Lecturas:

Is 42, 1-7.  He puesto sobre él mi espíritu, para que traiga la salvación a las naciones.

Sal 26, 1-3.13-14.  El Señor es mi luz y mi salvación.

Jn 12, 1-11.  La casa se llenó de aquel perfume tan exquisito.

En estos días la primera lectura nos muestra la figura silenciosa y majestuosa del Siervo de Yahvé, para introducirnos en el misterio pascual.

Señala misteriosamente a Jesús, verdadero Siervo de Yahvé. Dios lo elige, Dios le llama, Dios le unge con el Espíritu.

El Siervo vive en la obediencia a Dios y se compadece de sus hermanos. Acepta la misión de reunir a todos los hombres para que, por él, Dios renueve la alianza con su pueblo.

Realiza su misión según el Espíritu, sin apoyarse en los poderes humanos ni en la violencia. Con delicadeza ante el débil: viene a salvar, no a condenar. Con la fuerza de la mansedumbre y la firmeza de la verdad.

En Jesucristo se cumple esta profecía: él es el verdadero Siervo doliente, el verdadero Salvador, la luz de las naciones, y el mediador de la alianza nueva y eterna.

En el Evangelio contemplamos la cena de Betania, preludio de la Última Cena.

En ella, Juan nos presenta dos maneras muy distintas de seguir a Jesús: María y Judas.

María se ha dejado llenar por el amor de Jesús y vive el discipulado con una generosidad y una donación total.

 Judas lleno de prejuicios, se ha cerrado al amor de Jesús, no está dispuesto a seguirle por dónde Él quiere ir, y termina con un corazón mezquino, lleno sospechas, de juicios y de cálculos interesados.

También tú estás invitado a esta cena. Pero, ¿cómo está tu corazón?

Si realmente vas acogiendo el amor de Jesús y dejando actuar al Espíritu Santo, de tu corazón brotará la alegría, la generosidad, la adoración, la alabanza, la donación, el derroche en el seguimiento de Cristo, porque tendrás ya la experiencia de que el que guarda su vida, la pierde; y que se es más feliz al dar que al recibir (cf. Hch 20, 35).

En este tiempo difícil, el Señor nos invita a orar con el Salmo: El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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