18 de abril de 2022

Lunes de la Octava de Pascua

Lecturas:

Hch 2, 14.22-32.  Dios resucitó a Jesús y nosotros somos testigos.

Sal 15, 1-2a.5.7-11.  Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Mt 28, 8-15.  Ellas, con temor pero con mucha alegría, corrieron a llevar la noticia a los discípulos.

En la primera lectura escuchamos el discurso de Pedro en Pentecostés, en el que nos anuncia el kerygma, el anuncio fundamental de nuestra fe: Que Jesucristo vive. Que murió en la cruz, pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte.

Anuncia que Dios es fiel, que ha cumplido en Jesús de Nazaret las promesas que hizo a los Patriarcas. Dios acreditó que Jesús es el Mesías realizando por su medio los milagros, signos y prodigios y ahora con la resurrección, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado.

Y en el Evangelio, contemplamos el encuentro del Señor resucitado con las mujeres, impresionadas y llenas de alegría que corren para anunciar esta buena noticia a los discípulos.

Y Jesús les dice: Alegraos, No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.

Mientras, los sumos sacerdotes y los ancianos, siguen empecinados con su corazón endurecido. A partir de la resurrección, sólo se podrá ver a Jesús con los ojos de la fe.


También hoy el Señor Resucitado viene a encontrarse contigo y te dice: ¡Alégrate! ¡No tengas miedo! Que yo estoy contigo todos los días… Si me abres el corazón y me dejas ser Señor de tu vida, mi Espíritu hará nueva tu vida.


Y también hoy el Señor nos invita a ir a Galilea. El Papa Francisco nos recordaba en la Vigilia Pascual qué significa ir a Galilea.


Ir a Galilea significa, ante todo, empezar de nuevo. En esta Galilea experimentamos el asombro que produce el amor infinito del Señor, que traza senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas.


Significa que siempre es posible volver a empezar, porque siempre existe una vida nueva que Dios es capaz de reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos… Incluso de los escombros de nuestro corazón Dios puede construir una obra de arte… Él nos precede siempre… El Resucitado nos invita a empezar de nuevo, a no perder nunca la esperanza.


Significa recorrer nuevos caminos. Moverse en la dirección opuesta al sepulcro…. No refugiarnos en el recuerdo que nos lleva a la tristeza y a la nostalgia. Ir a Galilea significa aprender que la fe, para que esté viva, debe ponerse de nuevo en camino. Debe reavivar cada día el comienzo de viaje, el asombro del primer encuentro. Y después confiar, sin la presunción de saberlo ya todo, sino con la humildad de quien se deja sorprender por los caminos de Dios.


Significa ir a los confines, a anunciar esta buena noticia, sobre todo con nuestra vida, pero también con nuestras palabras.

En estos tiempos difíciles, el Señor nos invita a orar con la Palabra: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti… Yo digo al Señor: “Tú eres mi Dios”. El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano… Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré… Me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.

A toda la tierra alcanza su pregón  (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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