16 de abril de 2022

Sábado Santo de la sepultura del Señor

Lecturas:

El Sábado Santo se caracteriza por el miedo y la desorientación de los discípulos, por el silencio de Dios y por la fe de María.

En este tiempo, la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte, su descenso a los infiernos.

El sábado era un don para el pueblo de Israel: recuerda la fidelidad del Dios de la alianza.

Para nosotros cristianos, nuevo Israel, en el corazón de nuestra fe hay otro sábado: el sábado santo en medio del triduo pascual de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Un sábado que tiene dos miradas.


La primera es la de los discípulos: con el llanto, el desconcierto, la desorientación… Tienen en sus ojos las imágenes dolorosas del aparente fracaso de Jesús en la Cruz.

La segunda es la de María, Virgen fiel, que vive su sábado santo en las lágrimas, pero también en la fuerza de la fe, sosteniendo la frágil esperanza de los discípulos.

Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos. Jesús no bajó a los infiernos para liberar a los condenados ni para destruir el infierno de la condenación, sino para liberar a los justos que le habían precedido.

Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva (cf. 1 Pe 4, 6). El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación. Es la última fase de la misión mesiánica de Jesús, fase condensada en el tiempo, pero inmensamente amplia en su significado real de extensión de la obra redentora a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares porque todos los que se salvan se hacen partícipes de la Redención (cf. Catecismo, 632-634).

Un día para vivir unidos especialmente a María, para dejarte acompañar por ella en tus desconciertos, en tus dudas, en tus lágrimas… Un día para acogerla como el Señor nos la dio ayer: Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre» (cf.  Jn 19, 26-27).

Hoy el Señor te invita a orar junto a la Cruz con María. Desde tu cruz. Con María, entrégale al Señor tus sufrimientos, tus impotencias, tus pecados…, todo aquello que no entiendes… Deja que el Señor te abrace, te consuele, te hable al corazón y lo renueve todo…

A toda la tierra alcanza su pregón  (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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