10 de Abril de 2021

Sábado de la Octava de Pascua

Lecturas:

Hch 4, 13-21.  Por nuestra parte, no podemos dejar de proclamar lo que hemos visto y oído.

Sal 117, 1.14-21.  Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste.

Mc 16, 9-15.  Id por todo el mundo y proclamad la Buena Noticia a toda criatura.

En la primera lectura vemos la oposición de los jefes del pueblo al anuncio del Evangelio: les prohibieron en absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús. 

Pero Pedro y Juan no se dejan intimidar por las amenazas: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. No podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.

Este es el auténtico testimonio: un testigo es alguien que da fe de lo que ha visto u oído, no de lo que ha leído o le han contado otros.

En el Evangelio contemplamos la aparición de Jesús a los Once en la que les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado: María Magdalena y los discípulos de Emaús.

Y es que el testimonio de otros es necesario, pero no suficiente: hace falta un encuentro personal con el Señor. Y el que prepara y sostiene ese encuentro es el Espíritu Santo (cf. 1 Cor 12, 4).

Y Jesús les envía a la misión: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.

Pero los Apóstoles no acaban de vencer el miedo. Porque no podemos vivir solo en nuestras fuerzas.

En el ser cristiano, todo es don, todo es gracia. Cuando reciban y acojan el don del Espíritu Santo, en Pentecostés, entonces es cuando podrán anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1, 8). Entonces podrán arriesgar su vida e incluso dar la vida por Cristo.

En este tiempo de dificultad, el Señor te invita a orar con la Palabra: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. El Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación. Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos. La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.

¡Os daré un corazón nuevo!  (cf. Ez 36, 26).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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