Martes, 13 de septiembre de 2022

San Juan Crisóstomo

Lecturas:

1 Cor 12, 12-14. 27-31a.  Vosotros sois el cuerpo de Cristo.

Sal 99.  Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Lc 7, 11-17.  ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!

Ayer, la Palabra nos mostraba dos signos de acoger y vivir en el Espíritu: la fe y la Eucaristía.

Ahora, san Pablo nos va a hablar de los carismas.

Dice el Papa Francisco que desde los inicios el Señor colmó a la Iglesia con los dones de su Espíritu, haciéndola así cada vez más viva y fecunda. Entre estos dones destacan los carismas, que son preciosos para la edificación y el camino de la comunidad cristiana.

¿Qué es un carisma? ¿Cómo podemos reconocerlo y acogerlo?

El carisma es mucho más que una cualidad personal: es una gracia, un don concedido por Dios Padre, a través de la acción del Espíritu Santo. Y es un don gratuito que se da a alguien no porque sea mejor que los demás o porque se lo haya merecido: es un regalo que Dios le hace para que con la misma gratuidad y el mismo amor lo ponga al servicio de toda la comunidad, para el bien de todos. El carisma es un don gratuito: sólo Dios lo da.

Uno no puede comprender por sí solo si tiene un carisma, y cuál es. Es en el seno de la comunidad donde brotan y florecen los dones con los cuales nos colma el Padre; y es en el seno de la comunidad donde se aprende a reconocerlos como un signo de su amor por todos sus hijos.

Es hermoso descubrir con cuántos carismas distintos y con cuántos dones de su Espíritu el Padre colma a su Iglesia. Esto no se debe mirar como un motivo de confusión, de malestar: son todos regalos que Dios hace a la comunidad cristiana para que pueda crecer armoniosa, en la fe y en su amor, como un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo.

Si vivimos en el Espíritu, estos dones no pueden convertirse en motivo de envidia, división o celos, sino de gratitud y de alabanza. Todos los carismas son importantes ante los ojos de Dios y, al mismo tiempo, ninguno es insustituible. En la comunidad cristiana tenemos necesidad unos de otros, y cada don recibido se realiza plenamente cuando se comparte con los hermanos, para el bien de todos. Y en el Cuerpo de Cristo, cada uno ha de ocupar no el lugar que le apetece, sino el lugar al que el Señor le llama.

¡Ánimo! ¡Pide el don del Espíritu Santo! ¡Déjale hacer!

Yo abro brecha delante de vosotros (Cf. Miq 2, 12-13).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

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