2 de marzo de 2022

Miércoles de Ceniza Ayuno y abstinencia

Lecturas:

Jl 2, 12-18.  Volved a mí de todo corazón.

Sal 50, 3-6.12-17.  Misericordia, Señor, hemos pecado.

2 Cor 5, 20-6, 2.  No recibáis en vano la gracia de Dios.

Mt 6, 1-6.16-18.  Cuando reces entra en tu habitación.

Comenzamos hoy la Cuaresma, camino hacia la Pascua, al encuentro con el Señor Resucitado que pasa cada día por tu vida, para encontrarse contigo: La Cuaresma es un tiempo favorable para la renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de Jesucristo muerto y resucitado (Francisco, Mensaje Cuaresma 2022).

La Palabra que escuchamos hoy nos invita a no echar en saco roto la gracia de Dios, a escuchar la voz del Señor y no dejar que se endurezca el corazón.

El Salmo 50 nos indica el itinerario espiritual que estamos llamados a vivir en la Cuaresma.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad…, borra mi culpa…, limpia mi pecado. Es una llamada a la conversión.

Una llamada a no instalarse en el pecado, al gran pecado que es creer que tú eres dios. No, tú no eres el creador, sino la criatura; tú no eres el señor, sino el siervo; tú no eres el maestro, sino el discípulo...

Por ello, ¡entrégale tus pecados al Señor! No los justifiques, ni los escondas: dáselos al Señor, que no deja de amarte nunca.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme…, no me quites tu santo espíritu.

Pero al mismo tiempo que le entregas tus pecados, has de acoger el don del Espíritu que irá renovando tu corazón, tu matrimonio, tu sacerdocio, tu consagración religiosa… ¡Hará nueva tu vida!

Pero, ¡déjale hacer a Él! Como Él quiera y al ritmo que Él quiera.

Tres armas preciosas nos muestra el Evangelio y nos recuerda el Papa Francisco.

La oración: Jesús nos ha enseñado que es necesario «orar siempre sin desanimarse» (Lc 18,1). Necesitamos orar porque necesitamos a Dios. Pensar que nos bastamos a nosotros mismos es una ilusión peligrosa. Con la pandemia hemos palpado nuestra fragilidad personal y social. Que la Cuaresma nos permita ahora experimentar el consuelo de la fe en Dios, sin el cual no podemos tener estabilidad (cf. Is 7,9). Nadie se salva solo…  pero, sobre todo, nadie se salva sin Dios… La fe no nos exime de las tribulaciones de la vida, pero nos permite atravesarlas unidos a Dios en Cristo.

La limosna: Durante esta Cuaresma practiquemos la limosna, dando con alegría (cf. 2 Co 9,7)... Si es verdad que toda nuestra vida es un tiempo para sembrar el bien, aprovechemos especialmente esta Cuaresma para cuidar a quienes tenemos cerca, para hacernos prójimos de aquellos hermanos y hermanas que están heridos en el camino de la vida (cf. Lc 10,25-37).

El Ayuno, que el ayuno corporal que la Iglesia nos pide en Cuaresma fortalezca nuestro espíritu para la lucha contra el pecado. No nos cansemos de pedir perdón en el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación, sabiendo que Dios nunca se cansa de perdonar.

Y este itinerario culminará cuando en la noche de Pascua cantemos el Aleluya: Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

La fe se vive en la gratuidad y se expresa en la alabanza, que es el eco de la presencia y acción del Espíritu Santo en tu corazón.

A toda la tierra alcanza su pregón (cf. Sal 19, 5).

¡Ven Espíritu Santo! ? (cf. Lc 11, 13).

Homilias de D. Jorge Miró

Volver a reflexiones a la Palabra de Dios